Las palomas son estrategas de la R, es decir, se caracterizan por tener una elevada tasa de reproducción pero también una alta mortalidad juvenil. De acuerdo a su estructura jerárquica, las palomas dominantes son las que tienen el acceso a los recursos y las que se reproducen. Sin embargo, el método de captura-sacrificio muy rara vez captura algún individuo dominante, ya que las palomas que entran en las jaulas son aquellas que no tienen un dominio establecido y están necesitadas de recursos, es decir los juveniles. De esta forma, el problema del control poblacional no es resuelto, el número de palomas se reducirá temporalmente solo hasta que vuelva a darse la siguiente explosión demográfica y vuelvan a proliferar los pichones.

A pesar de que la mayor tasa de mortalidad ocurre de forma natural en los juveniles, el método de captura-sacrificio invierte esfuerzo y dinero en sacrificar a estos mismos juveniles.
La mejor estrategia para la gestión de fauna urbana apuesta por actuar sobre el hábitat urbano en aras de conseguir la necesaria cohabitación entre personas, fauna y flora en las ciudades. Así se dirigen las políticas de conservación y protección que tienen que armonizar urbanismo, sanidad y medioambiente. Esta conjunción no es sencilla y los ayuntamientos se encuentran solos ante un problema que en muchos casos no saben cómo resolver.
En esta guerra es el Ayuntamiento el que tiene la competencia decisoria y, por tanto, establece si hay o no demasiadas palomas urbanas, procurando complacer a todas las partes afectadas. Lamentablemente esta decisión normalmente no se basa en evidencias científicas sino en decisión particular de un funcionario público. No se realizan censos, no se examina cuales son las poblaciones fuente y cuales las sumidero, en resumen, no se hace una gestión rigurosa con un estudio previo sino que el ayuntamiento actúa en función de denuncias de particulares por quejas de molestias de las aves. Y desde luego, este tipo de gestión sin criterio ni orden, nunca podrá ser una solución para controlar población de ningún tipo.
En España se sacrifican 250.000 palomas urbanas, animales en manos de empresas que con asiduidad incurren en delitos de maltrato animal. Para ahorrar costes en aves que igualmente van a morir no realizar el sacrificio mediante método de asfixia por CO2 sino dan muerte al ave manualmente (rotura de cuello o similar, métodos totalmente prohibido) y no cuidan el estado de las aves en las jaulas de captura, donde pasan días al sol o sin comida. Por otro lado, se han reportado casos en que las aves han sido donadas al tiro de pichón o para sueltas cinegéticas en cotos de caza, como así declara la asociación ASANSA.
Este ciclo de muerte absurdo no tendrá fin hasta que no se realice un plan multriestratégico estructurado, donde se incluyan acciones como el uso de pienso esterilizante, palomares ecológicos, control de alimentadores, introducción de depredadores, elementos disuasorios…. De esta forma, se logrará mantener las poblaciones en los lugares deseados (parques y jardines), mandando un mensaje de respeto y cuidado hacia la fauna urbana.