Como ya sabéis, las aves se toman la molestia de desplazarse cada día decenas de kilómetros desde las zonas de campo donde se alimentan hasta la ciudad solo para dormir. ¿Por qué? Muy sencillo. El efecto isla de calor aumenta la temperatura de la ciudad, y dormir calentito compensa todo el tiempo invertido en hacer recorrido volando.
La diferencia de temperatura entre las zonas rurales adyacentes y la ciudad es de hasta 4º C. Esta diferencia puede ser mayor para dormideros situados en edificios, pues constituyen una barrera eficaz contra los vientos y retienen mucho más el calor debido a su mayor inercia térmica. Los edificios provistos de sistemas de calefacción muestran una fuente adicional de calor.
Estudios llevados a cabo en el estornino negro (Sturnus vulgaris) demostró que, debido a estas diferencias microclimáticas, resulta beneficioso, en términos energéticos el establecimiento de dormideros urbanos, a pesar de los evidentes costes de desplazamiento. En grajillas, una diferencia de temperatura de 4º C es suficiente para compensar quince minutos diarios de vuelo, que se corresponden con una distancia total de 15 km (ida y vuelta). Sin embargo, un aumento de 50 minutos en el tiempo de vuelo diario requeriría que la diferencia de temperatura fuese de al menos 13º C para compensar el gasto de desplazamiento. Las pérdidas de calor corporal durante la noche afectan particularmente a las aves pequeñas que, debido a su mayor relación superficie/volumen, pierden más calor por unidad de superficie que las aves de mayor tamaño. La propia agregación de individuos en un dormidero contribuye significativamente a reducir dichas pérdidas, ya que aumentando la proximidad entre individuos se conserva mejor el calor. A veces, llegan a contactar unos individuos con otros, formando masas plumosas, de hasta cuarenta individuos en el caso del estornino pinto, especialmente en noches muy frías.
