Aviadores

Era tan pequeño que apenas me acuerdo de cosas superficiales, así que esto que os voy a contar no fue nada intrascendente para mí, ni entonces ni ahora.

Vivía en una tercera planta de un barrio obrero de los arrabales de Sevilla, con un nombre popular, algo extraño y casi enigmático, El Tardón.

Me encantaba ensimismarme mirando desde las ventanas y el balcón del piso, a los aviones comunes que se deslizaban por los aires haciendo piruetas a más de 25 metros del suelo.

Me suscitaba mucho la curiosidad y aún hoy lo hace, imaginar a los adultos sobre sus huevos esperando la anhelada eclosión. Me fijo con especial interés cuando asoman sus cabecitas del tamaño de mi dedo pulgar por el pequeño agujero del delicado nido, me siguen interesando todos sus movimientos, gorjeos, actividades y hasta sus miradas. Los encuentro espectaculares, delicados, ágiles…envidiables y además «son tan monos…» como dijeron años después mis hijas cuando recogimos un pollo del suelo en El Real de la Jara. Ellas lo bautizaron «Aviador».

Pasaron varias primaveras y veranos, con el tiempo cada vez los conocía mejor. También con el tiempo llegaron los dineros a correr con más afluencia a las cuentas de todos mis vecinos, llegaron los seiscientos y llegó el día en que decidieron pintar y arreglar las fachadas de los edificios. Los pintores ofrecían sus servicios en las fechas de buen tiempo,  y desde sus guindolas reparaban y pintaban con gran peligro para  mis amigos. Presencié como cada año los nidos de barro color tierra de Sevilla desaparecían de mi vista y con ellos los aviones. Al volver del colegio corría al pie de los edificios blancos y rojos a ver si podía recoger y salvar a algunos de los infortunados pollos, huevos o lo que pudiese, pero a mis apenas siete años eso no estaba en mis manos. La desesperación y la frustración, el dolor y la incomprensión, se apoderaron de mí para fraguar una depresión y tristeza que no he confesado hasta hoy en estas lineas. La macabra escena, normal para mis vecinos, aún resuena en mis sentidos: visión, olor…

Y mis manos ya nada podían hacer.

Los aviones comunes además de ser muy monos, también son muy beneficiosos para eliminar muchos pequeños insectos que, como los mosquitos pueden ser portadores de enfermedades muy graves.

Por Jesú Gil

Avión común rescatado
Avión común rescatado. ECOURBE
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