Nos llamaron porque a las dos de la tarde de una calurosa tarde de Junio, una persona había encontrado un vencejo, que a pleno sol y sobre el ardiente asfalto, luchaba por subir a la acera. Era un juvenil, recientemente emancipado, que en uno de sus primeros vuelos descubrió que a veces el cielo puede ser también un infierno.
Lo recogimos. De camino a casa parecía muy inquieto, solo quería salir de la caja. Pero nunca te fíes de esos momentos repentinos de vitalidad en un ave debilitada, ellas encascaran su debilidad hasta el último momento aún cuando se sienten muy mal. Porque después, cuando se apagan, es que realmente están muy enfermas.
Efectivamente cuando llegamos a la quietud de la casa, el vencejo dejó de moverse, se emplumó y cerró los ojos. Tenía una deshidratación severa, lo único que hizo fue beber durante todo el día cada vez que le acercábamos agua.
Hizo su primera deposición. Verde. Mala señal… a veces por la ausencia de comida tras un largo período de tiempo, las heces toman este color, así que cuando estuvo bien hidratado probamos a darle algún grillo. Se negaba, con todas sus fuerzas, no importaba qué tan adentro se lo introdujéramos. Le dimos en pequeña cantidad y lo dejamos reposar hasta el día siguiente. Pero lo encontramos igual, ojos cerrados, plumas ahuquedas por pérdida de calor y heces verdes. Ya no era solo deshidratación, nuestro vencejo tenía una infección bacteriana y teníamos que actuar cuanto antes.
Le buscamos el antibiótico más adecuado para él (ciprofloxacino) y se lo dimos durante 5 días cada 12h, por la mañana y levantándonos por la noche para tratarlo. Poco a poco mejoró, abría los ojos, perdía menos calor, hacía deposiciones normales, ¡empezó a sentirse más activo! Esa mañana en la que abrimos su caja y vimos que su mirada comenzaba a tener brillo fue un momento de máxima alegría para nosotros.
Pronto empezó a sentirse inquieto; ellos siempre saben cuando es el momento en el que están preparados para irse. Ese día que le mostramos el cielo para él, se mostró decidido, lo cual siempre es buena señal. Se elevó hasta unirse a los demás compañeros de su especie, y esperamos que vuele para siempre.

