¡Qué decir de ellos! Que si las aves simbolizan libertad, los vencejos son la hipérbole del símil. Alas de alta velocidad, cuerpo aerodinámico, patas reducidas no aptas para andar por el suelo… las adaptaciones más extremas al vuelo que se conocen en el mundo de las aves.
Especialistas en la captura de pequeños insectos voladores, al vuelo comen, duermen y se aparean. En el cielo encuentran todo lo que necesitan para vivir. Excepto en el momento de la nidificación. Ahí es donde entramos nosotros.
Su relación con los humanos se debe a que forman el nido en el interior de una grieta o hueco, cosa que abunda en nuestras construcciones, por lo que los vencejos han ido adaptándose cada vez más a la vida urbana. Vienen para dejarnos ver un poco de su vida extraordinaria y desconocida, pues poco se sabe de su biología y hace solo hace un par de años que se supo realmente que pasaba con ellos cuando no estaban con nosotros. Migrantes transaharianos, deben emprender un viaje de vuelta nada más tirarse del nido en un primer vuelo a vida o muerte sin práctica previa. Un primer batir de alas que, si sale bien, se repetirá durante 6000 km hasta alcanzar su lugar de invernada en África con la promesa del volver cada primavera a nuestra ciudad.
Cuando llegan, no pasa desapercibido a nadie. Son como una bocanada de aire renovado, una inyección de alegría y positivismo a una rutinaria ciudad que sufre el desarraigo de lo natural. Ellos son los migrantes que más tarde llegan, pero que más pronto se van, no pierdas la oportunidad; párate, mira al cielo, y disfruta.